domingo, 18 de agosto de 2013

De este lado del espejo

Una mosca verde, casi azul, está posada sobre un espejo y se acomoda las alas con las patas traseras.
Del otro lado de la habitación, él está tendido boca arriba víctima de su infortunio. El frasco yace vacío sobre el velador a lado de la cama junto al vaso vacío.
La mosca en el espejo se contempla segura y se pasa las patas delanteras por la cabeza acicalándose despreocupada.
El celular comienza a sonar incesante. Agonizando, su aullido es sustituido por un bip repetido que preludia su expirar tecnológico también insulso e inevitable.
Otra mosca se posa en el espejo. Es más pequeña pero tiene el mismo color de metal destemplado. Ambas se encuentran y copulan sintiéndose dueñas de un palacio. El cuarto es ahora un motel para dos. Sus formas se reflejan sensuales mientras se suscita su dulce apareo carente de rituales absurdos de cortejo.
Pronto, el subyugado se ofrece sobre la cama como un sitio turístico en temporada alta. 
La aun joven pareja sobrevuela la locación mientras el aroma despierta todos los instintos. 
La más grande desciende temerosa para probar las secreciones acumuladas en los poros de una mano y la más pequeña, llamada a cumplir su principal meta en la vida, se aventura a las fauces. Realizando importantes pruebas de seguridad entra y sale con una precaución natural, cuidadosa de no ser atrapada. Luego, confiada, se sumerge llena de vida, impaciente y presurosa.
La otra mosca retorna al espejo, dormirá ahí como duermen las moscas, incapaz de cerrar sus miles de ojos y destilando sus vapores en un grito químico.
Aun pequeñas, otras concubinas lo vendrán a buscar luego de su metamorfosis. Aun pequeños otros machos esperarán en las cortinas o las paredes porque ese cuerpo permitirá que un imperio entero surja pintando el cuarto entero de negro azulado o verduzco antes que alguien irrumpa por la puerta molesto por el olor.
El vaso seguirá vacío sobre la mesa junto al frasco de pastillas que no será suficiente prueba para la madre consternada que no dará crédito a la noticia. Posiblemente un forense, de entre millones, capture al anciano que aun se acicalaba frente al espejo que estará lleno de puntos fecales, para comprobar la presencia del químico letal en su abdomen resplandeciente de satisfacción y ahí se habrá perdido una existencia que un día, se considero, valiosa.
Alejandro "Pacho" González Romero

martes, 13 de agosto de 2013

La fiesta del YO



La noche de un miércoles me morí sin querer, mal vestido como estaba, sin documentos de identidad y sin centavos en los bolsillos.
Mi imaginario escéptico y ateo fue humillado rato después cuando me vi haciendo cola en la burocrática puerta del Infierno.
De tanto leer los textos del Dante, al entrar esperaba ver muchos círculos infernales plagados de condenados sufriendo, llorando, gritando, con cadenas en los cuellos y agujas en los huevos, demonios menores arrancando las uñas de otras almas; o fuego, roca fundida y azufre por todas partes. En fin, todo aquello que nos dijeron que forma la imagen corporativa del averno.
Al entrar, con los ojos cerrados para no ver lo que imaginaba, me sorprendió la frescura del lugar, el olor de los inciensos y sentir que subía unas gradas de caracol mientras aumentaba el volumen de una música que reconocí, pero que hacía muchos años no había escuchado. Llegué por las gradas a un salón infinito, con luces de discoteca, humo de cigarrillo y esa melodía que, cuando era chango, la escuchaba en las fiestas de 15.
Entonces me empecé a fijar en la gente que estaba ahí: todos los niños, adolescentes y hombres mayores que estaban en esa fiesta, todos absolutamente, eran yo.
Yo de niño corriendo para esconderme cuando me había cortado con un vidrio. Yo a mis 11 años con un chicle pegado en el pantalón, a los 13 con un ojo morado y la nariz sangrando. Yo a los 15, sentado en el rincón más oscuro, mirando de reojo a la chica que entonces me gustaba y a la que nunca le dije nada al respecto. Yo a los 17 mordiendo los labios de la muchacha que, según mis padres, solamente me había utilizado para entrar a la universidad. Yo a los 19, borrachísimo abrazado con el yo de 18. El yo del año pasado, pasado de marihuana mirando mis dedos. Todos los yo llenaban el salón con mis risas, gritos y borracheras.
Al caminar hacia el fondo del salón me iba reconociendo y me miraba en mis facetas sin arrepentirme y sin ponerme nostálgico, sin avergonzarme ni reprocharme. Todos esos fui y me los fui a encontrar en una fiesta en el mismo Infierno. Todos esos que en su momento sufrían, insomnes, por sus pequeños melodramas, retozaban en un festejo delirante.
Al final, como entendía ya antes de morirme, el infierno es individual y lo que haga uno de su infierno es decisión personal. En mi caso, un festejo en donde estábamos invitados todos los Yo, algunos mal vestidos, y sin centavos en los bolsillos.
|G_Ale|

viernes, 9 de agosto de 2013

Tinta




Si de siluetas se rodean los albores de la libreta gris,
vomitiva, cuanto de realidad encierran las horas
en que no se destilan letras,
en que la punta de la mirada no se encuentra con otras miradas
y solo abraza la punta que exhala y sangra tinta
dejando los trazos entrecortados que representan letras,
números, filigranas de unicolor rastro.
¿Qué es realidad y que literatura?
¿Por qué resulta necesario determinar la línea que las diferencia?
No sé si sea amor, ebriedad, mala costumbre o tendencia suicida
Más cuan grandes son las ansias de incinerar el lenguaje,
De cicatrizar la tinta.

Jorge Mauricio Avilés

lunes, 5 de agosto de 2013

Dislexia Espacial



Siempre pensé que Ana era una chica normal, pero tenía mis dudas, las cuales se corroboraron cuando me contaron que cierto día no llego a su casa a dormir, ella había despertado sentada en la fuente en medio del patio de la universidad, había dormido con las manos sobre el rostro, por el miedo que le tenía a la realidad, pero al despertar le sorprendió el cambio radical que había sufrido su entorno, pues la realidad se doblo y se desdoblo, Ana percibió un cambio radical a su alrededor, el universo se invirtió, arriba se transformo en abajo, y viceversa.
Déjenme explicarles el problema que tenia Ana, ella no podía diferenciar su izquierda de su derecha, o el Norte del Sur, ella aseguraba tener dislexia espacial, es difícil encontrar el camino de regreso a casa cuando no logras diferenciar la ida de la vuelta, tal vez el mundo había decidido cambiar, para acomodarse al problema de Ana.
Se levanto de la fuente con un horrible miedo de desplomarse hacia el cielo, pero para su sorpresa la gravedad había desaparecido, eso explicaba por qué las baldosas seguían pegadas al piso del edificio invertido, las macetas también, y las plantas que albergaban no habían alterado su posición, seguían creciendo hacia el sol, Ana corrió hacia el pasillo, temiendo que la gravedad se desentienda del cambio universal y la haga sucumbir al vacio celeste, por lo menos en los pasillos el golpe de la caída seria menor, caería sobre las antiquísimas vigas de madera que el tiempo había ablandado, Ana se aferro a una de las columnas, y cerró los ojos, y espero, a que todo volviera a su lugar, pero con el pasar de las horas su miedo paso, y cayo en una profunda meditación, abrió los ojos ante la revelación,  pero mientras trataba de unir los hilos en su cabeza, se dio cuenta que la gente caminaba a su alrededor, caminaba por los pasillos, por el patio, al parecer las demás personas ya se habían acostumbrado del cambio dimensional, entonces Ana soltó la columna, camino hacia el centro del patio, decidida a probar la revelación que había causado su trance,  se subió a la fuente, que por cierto echaba el agua hacia arriba, no derramaba ni una sola gota al cielo, que parecía tan profundo allá abajo, Ana abrió los brazos, inclino la cabeza hacia abajo, miro el cielo, cerró los ojos, y soñó, soñó que arriba y abajo desaparecían, izquierda, derecha, norte, sur, atrás, adelante, hoy, ayer; sus largos cabellos fueron cediendo, y colgaron apuntando hacia las nubes y con un pequeño brinco lentamente cayó, cayó a la bastedad de ese cielo celeste, ante el asombro de todos desapareció de la vista, nadie se dio cuenta de este cambio radical que había sufrido el universo, solo Ana que hoy por hoy, cae eternamente allá abajo, entre las nubes

Salvador

sábado, 3 de agosto de 2013

...




quiero que sepas que yo no me preocupo cuando vos…
en realidad...
yo no me preocupo más, 
ya no me preocupo más,
mas cuando me preocupo…
es porque a veces me enredo y más me preocupo cuando… 
me preocupo cuando más una o dos veces al…al menos una o dos veces,
es que cuando los dos estamos… a veces yo no… 
pero siempre trato de…
y si ahora no me encuent ro es porque en cada punto suspensivo, yo te estaba…
y no puedo desperdiciar este momento, porque... cuando escribo estoy con vos.


                                                                                                                Darío 

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© Miércoles de Ceniza, 2007. Sucre - Bolivia