Todo depende del tamaño, de la comodidad y el uso que queramos darle y donde tengamos pensado llevarlos, todo depende donde queremos guardarlo, todo depende de la cantidad, del valor que le tenemos a lo que queremos guardar, todo depende que tan peligrosa y radiactiva sea lo que queremos seguir atesorando.
Hay algunos que le ponen mil candados, hay otros que apenas costuran un broche y zas!! ya está cerrado; hay otros que compran Dobermanes furiosos de dos cabezas y de mal carácter, babeando lavaza de sus hocicos y disparando fuego por los ojos , hay otros que cada un tiempo lo abren y dejan ventilar (por el olor a muerto me dijeron), hay otros que se lanzan al mar, con su baúl como barco y su conciencia como vela, por lo general ellos no vuelven; hay otros que lo guardan y llevan en el fondo de cada botella de alcohol que destapan, de cada frasco de tinner que inhalan, o en el temblor de cada madrugada que soportan.
Hay otros que lo llevan sujeto al nudo de la corbata, o revuelto en las hojas dentro de su portafolio; otros los llevan mezclados con los stickers de su micro, de su trufi, de su taxi o de sus carrito de pastillas. Otros los tienen entre rejas al igual que ellos, o dentro de cada tranquilizante que los obligan a tragar.
De otros se les escapó en los ojos, o en las manos, o en las piernas que perdieron, o en los hijos o los padres o los amores que se fueron.
Hay un lugar, hay objetos, donde los sueños, los pensamientos y los recuerdos se amontonan y se guardan… yo simplemente lo vendí.
Trozz
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