De las complicaciones
que se pueden evitar pero no se evitan, las que involucran interacciones
límbicas-afectivas-emocionales… son las más jodidas.
Complicación es la
reciprocidad: Dar lo mismo que se recibe. Porque yo, completo egoísta y experto
en el oficio de la individualidad, debo aprender a pensar en plural. ‘Sé
detallista’, me dijeron, ‘un regalito cada tanto no te va a volver pobre’.
Complicado.
Complicación es
compartir. Ya no soy yo, somos nosotros; ya no es ‘voy’, es ‘vamos’; ya no es
‘quiero’, es ‘queremos’, aunque lo que ‘queramos’ no tenga nada que ver con lo
que ‘quiero’. Y cosas por ese estilo que empeoran cuando se trata de compartir
la comida. Complicado.
En esa parafernalia
complicada que llaman amor por mucho tiempo floté a los bandazos, con los pies
por delante aunque con el corazón macurcado. No iba estable, pero iba; no tenía
un destino, pero iba girando en mi eje sin preguntar.
De las complicaciones
que se pueden evitar pero no se evitan, las que involucran las interacciones…
son las más jodidas.
Cuando compré mi
dosis de complicación, exorcicé a mis queridos demonios, tan entrañables y
compañeros; senté cabeza en el patíbulo de la normalidad y guardé mis malos
hábitos singulares para reemplazarlos por el cepillado de dientes previo al
beso matinal.
Y si sueno resignado
es porque me resigno, porque en el fondo la complicación de flotar semi-hundido
y de a dos no me desagrada. Ya no voy… digo, vamos a los bandazos. Flotamos
hacia algún lugar, la reciprocidad se aprende y compartir no es tanto problema,
siempre y cuando no se trate de papas fritas.
De cualquier manera,
y aunque sea imposible estar mejor, de vez en cuando, me dejo flotar,
individualmente acompañado, como para poder ir con los pies por delante y con
el corazón un poquito macurcado.
|G_Ale 2015|