Encendió un cigarrillo y se acercó con la
consistencia del humo, con delicadeza se sentó en una banca de una plaza
cualquiera, como no entiendo de medidas no sé la distancia a la que estábamos,
pero todo era subjetivo y sin importancia. Yo igual, estaba sentado en una
banca de una plaza cualquiera.
Los dos con la mirada en el vacío, como si
viéramos a través de las cosas, perdidos o encontrándonos, sus ojos miraban
enfermos y con un grito que pedía socorro de su miseria, al tiempo que sonreía
con la sonrisa de las madres al ver jugar a sus hijos. Yo susurraba que me perdone, nada podía hacer por mí, nada
por ella, esperé un instante y tuve que sonreírle, con sonrisa derrotista. Para
camuflar lo mucho que la miraba vi mi reloj pero sin observar la hora, como
nunca entendí del tiempo, nada importaba, ambos habíamos sido atrapados por la
misma lógica temporal, y nuestros
cuerpos se someterían a ella, a pesar de no ser más que polvo en tumba.
Había atardecido tres veces ya, nos habíamos
sonreído todas las sonrisas y mirado con todas las miradas, nos habíamos
pensado en infinidad de momentos y situaciones, nos habíamos olvidado varias
veces, yo por mi parte había olvidado el momento en que la conocí, justo cuando
decidí preguntarle, me mostró la misma sonrisa que al principio, y yo me
recordé niño jugando, mientras ella esperaba sentada, y yo veía algo más en sus
ojos.
Inti Villasante