lunes, 23 de marzo de 2015

Mejor, imposible


De las complicaciones que se pueden evitar pero no se evitan, las que involucran interacciones límbicas-afectivas-emocionales… son las más jodidas.
Complicación es la reciprocidad: Dar lo mismo que se recibe. Porque yo, completo egoísta y experto en el oficio de la individualidad, debo aprender a pensar en plural. ‘Sé detallista’, me dijeron, ‘un regalito cada tanto no te va a volver pobre’. Complicado.
Complicación es compartir. Ya no soy yo, somos nosotros; ya no es ‘voy’, es ‘vamos’; ya no es ‘quiero’, es ‘queremos’, aunque lo que ‘queramos’ no tenga nada que ver con lo que ‘quiero’. Y cosas por ese estilo que empeoran cuando se trata de compartir la comida. Complicado.
En esa parafernalia complicada que llaman amor por mucho tiempo floté a los bandazos, con los pies por delante aunque con el corazón macurcado. No iba estable, pero iba; no tenía un destino, pero iba girando en mi eje sin preguntar.
De las complicaciones que se pueden evitar pero no se evitan, las que involucran las interacciones… son las más jodidas.
Cuando compré mi dosis de complicación, exorcicé a mis queridos demonios, tan entrañables y compañeros; senté cabeza en el patíbulo de la normalidad y guardé mis malos hábitos singulares para reemplazarlos por el cepillado de dientes previo al beso matinal.
Y si sueno resignado es porque me resigno, porque en el fondo la complicación de flotar semi-hundido y de a dos no me desagrada. Ya no voy… digo, vamos a los bandazos. Flotamos hacia algún lugar, la reciprocidad se aprende y compartir no es tanto problema, siempre y cuando no se trate de papas fritas.
De cualquier manera, y aunque sea imposible estar mejor, de vez en cuando, me dejo flotar, individualmente acompañado, como para poder ir con los pies por delante y con el corazón un poquito macurcado.


|G_Ale 2015|


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© Miércoles de Ceniza, 2007. Sucre - Bolivia