miércoles, 28 de marzo de 2012

Pensar de acuario

No somos polvo, somos agua, de ahí vinimos y nuestra esencia líquida será desparramada en incontables panzas minúsculas, en alimento de fauna cadavérica, en vapores, en gases en secreciones finales que le deberán su sequedad a esta pérdida final de cohesión acuática.
Somos ese litro y medio de saliva diario
Esa decena de centilitros de lágrimas semanales
El contenido de nuestras 3 millones de glándulas sudoríparas
Los 39.000 litros de orina
A veces no sabemos sentir cómo cambiamos de estado, no sabemos sentir cómo el agua nos templa como espadas antiguas recién forjadas, como inmisericordes aceros toledanos listos para decapitar moros en batalla.
Fui un buen profesional toda mi vida. Una familia promedio: tres hijas; un ingreso promedio: lo suficiente; una casa promedio: cuatro habitaciones, sala, comedor, 3 baños, uno abajo y dos arriba, una linda cocina, un patio, siempre un par de mascotas; nunca gatos con aves, a veces perros con gatos.
El 80% de la gente no sabe que el agua es nuestra principal fuente de alimento, los animales nunca lo dudan.
El 71% de la superficie de la tierra está cubierta de agua.
El 75% del cuerpo humano es agua
El 95% de una lechuga es agua
El 97% de una medusa también lo es.
Dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno constituyen el agua, y el hidrógeno es el elemento más común del universo, nada más parte del cosmos, nada más esencial.
Somos seres de agua , anfibios expulsados, antes peces, diminutas proteínas sintetizadas en el mar mucho antes de todo eso. Dios es agua y el llanto de mi familia también lo será. Las lágrimas de mis hijas se harán sal al llegar al piso de madera. Mi esposa hidratará mis mejillas antes de entregarme al suelo.
Qué hermoso estar conectados ahora, a la única que aun le puedo ganar nadando es a mi mujer. En verdad me he puesto viejo sin darme cuenta.

Alejandro González Romero

jueves, 22 de marzo de 2012

Un septiembre de esos


Tómese un buen vino compadre. Cómase un asado que hemos venido todos con la huata vacía y se va a acabar lo bueno.”
Eso decía don Fulgencio Sepúlveda a todos los que llegaban a la estancia que, desde bien temprano en la mañana, se llenaba de visitantes, algunos de ellos gringos y gringas en bermudas, otros, japoneses con sus cámaras que tomaban fotografías a todo, como por obligación.
Como don Fulgencio, muchos hombres ya entrados en años, de ponchos a rayas y sombreros, con sus rostros bronceados y sonrisas desdentadas iban y venían afanosos en medio de las nubes de polvo que solamente se delataban al mirarse a contraluz. Armaban con sus afanes el festejo del 18 de septiembre.
El humo de las parrillas velaba por momentos al sol, las guitarreadas y los cantos apagaban las risas despreocupadas. Las corridas de los potros justificaban las espuelas, y el vino respaldaba a la alegría que, luego de medio día, hacía que las carcajadas sean más fuertes y los coros más desaforados.
Las parrillas se vaciaron con la tarde, solo el vino había quedado como anfitrión.
 En medio de aquel festejo telúrico, que los extranjeros seguían mirando como un lejano exotismo latinoamericano, aparecía don Fulgencio, borrachito como todos, impecable es su poncho, revoleando su pañuelo, rebosante de su patriotismo bien chileno.
 Ocultaba su sombrero sus ojos oscuros que esa tarde brillaban por el alcohol. Eran los mismos ojos que hacía casi dos años, lloraron impotentes y furiosos la impertinencia del mar que llegó hasta la plaza de su pueblo y se llevó sin avisar todo cuanto encontró; todo, incluido a su hijo Mario, a quien todavía añora en silencio y con mucho disimulo, simplemente porque las penas no saben bailar.
(G_Ale 21-03-12)

Programa Matutino

Mika: Vos disculparás Andreita, pero es increíble que hayamos aceptado esta idea.

Andrea: Ya Mika, disimulá un poco por lo menos. Javi, en la otra calle parqueate y nos bajamos a hacer las notas.

Mika: Yo la verdad no puedo soportar más, se que el programa ha bajado de sintonía pero me parece que esto es exagerado.

Andrea: No se trata sólo de la audiencia Mika, ¿que vos nunca te antojaste hacer una nota más importante? Con esto del derrumbe del edificio tenemos que aprovechar, en todo lado va a haber gente que quiera hablar de lo que ha perdido, de la gente que debe tener enterrada en tanto escombro, de sus mascotas…

Javi: Andrea, no sé si en verdad la gente quiera hablar ahorita, los procesos de rescate aun no han terminado su trabajo y…

Andrea: Vos cállate Javier, parquéate ni bien encuentres espacio y espero que no se te hayan olvidado tus filtros esta vez y que no estés tembleque como para la nota que hicieron con la Gaby sobre las balsas en el río la anterior semana.

Gaby: A mi no me metas Andrea, y si Javi, esperemos que te hayas traído un trípode por lo menos y vas a tener cuidado al parquearte, si raspas el auto de mi papá nos va a matar a toditos.

Mika: Pará Javier pará, voy a vomitar, por dios, la gente se está pudriendo aquí.

Andrea: Callate Mikaela!, disimula un poquito, que falta derespeto!.

Javi: Ya chicas, basta, voy a bajarme aquí, parece que allá han encontrado a alguien con vida.

Andrea: Javier!, Javier!, volve Javier, carajo este, ya Gabi, venite adelante a manejar tu auto.

Gaby: Estoy haciendo unas tomas aunque sea con el celu, van a servir para imágenes de soporte por lo menos.

Andrea: Entonces vos Danielita, vos manejas mejor.

Dani: ya pero nos vamos nomas, creo que con lo que ha filmado la Gaby tenemos.

Andrea: Creo que si, ni modo, vámonos nomas.

Mika: No Andrea, no nos vamos, bajemos y lo filmamos al Javier, te imaginas: Jóven camarógrafo miembro de nuestro equipo rescata a víctima fatal del derrumbe.

Andrea: Excelente idea Mika, Dani, da la vuelta en la otra esquina, volvamos.

Alejandro González Romero

Un texto

Darío Ariel Torres Urquidi



Yo trabajo en el puesto de los payasos que gritan desesperados pidiendo auxilio, con los ojos desorbitados y con las manos atadas.



Y este es un texto que escribí para una chica que…












Te veo y te amo.

Te deseo y te persigo.

Te busco y te regalo un peluche que dice te amo.

Te hablo y te asusto.

Te insisto y te ruego.

Te ruego y te llamo.

Te ruego y te grito.

Te ruego y te imploro.

Te ruego y te odio.

Entonces

Me voy de tu ciudad. Me pierdo mucho tiempo. Cierro mi puesto de payasos que gritan desesperados pidiendo auxilio, con los ojos desorbitados y con las manos atadas.

Y entonces vuelvo.

Te secuestro.

Te pego los ojos.

Te ato las manos.

Te amordazo la boca.

Te corto el pelo.

Te pongo el sombrero azul.

Te desnudo.

Te violo.

Te limpio.

Te visto.

Te saco una foto con el peluche que no quisiste recibir.

Te llevo cerca de tu casa, y me quedo con las ganas de saber cómo es tu rostro cuando gritas; y te dejo, y me quedo con las ganas de saber cómo son tus ojos pidiendo auxilio; y te beso, y me quedo con las ganas de saber cómo me veía yo cuando me hacían lo mismo, ese día que los payasos empezaron a gritar.

sábado, 17 de marzo de 2012

HORARIO INFANTIL


- Niños y niñas: ¿cuál es su programa favorito?
- El show del tío de Joordiiiii!!
- Sí, claro que sí queridos amiguitos.
- Este es su programa el show del tío Jordí!!
- Pero sigamos niños. Como saben en este segmento del programa tenemos el concurso del tío adivinadoooor. Tengo en este momento a dos amiguitos: a ver chicos díganme cómo se llaman.
- Pamela Andrea Sánchez Jiménez, ¡tío!
- Uh… ¡qué gusto Pamelita!
- ¿Y tú amiguito?
- Yo me llamo José Clemente Perales, pero me dicen Pepitope…
- Ah… ¡qué lindo apodo muchacho!
- Pero bueno, empecemos chicos, ¿están listos?
- Sííííííí
- A ver, a ver… escuchen muy bien: Con unos zapatos grandes, y la cara muy pintada, soy el que hace reír a toda la chiquillada… ¿qué es?
- Yo, yo, yo, yo ¡yo!
- Primero las damas. Entonces, Pamelita, ¿qué es?
- Tú, tú tío Jordi, ¡tú!
- Jajajajaja, no Pamelita, no soy yo, qué lástima querida. Como te equivocaste, entonces le daremos una oportunidad a Pepitope y si se equivoca será una pena porque me quedaré con el premio…
- Mmmmm…. ¿el payaso tío Jordi?
- Sííí, es el payasooooo. Felicidades amiguito, como respondiste bien te ganaste tres entradas para la película: “El gato con botas” para que vayas a verla con tu papás o tus hermanitos. ¿Cómo te sientes?
- ¡Muy feliz tío Jordí!
- ¡Qué bueno pequeño! Entonces, niños y niñas, es hora de ir a un corte comercial y ya volvemos…
- No, no, una cosita más por favor Tío Jordi, por favor.
- Claro niño, ¡adelante!
- Sí…. quiero saludar a mi mamá y a mi papá que seguro me están viendo en la casa. Quiero decirles que los quiero mucho y que vamos a ir al cine juntos…


Hola, negra… sí, soy yo. Todavía estoy en el trabajo. Sí, ya sabes que mi jefe me tiene sin vida. No podré pasar por el canal para recoger al pequeño, lo siento. Sí, por favor, ve tú, nos vemos en la casa. Te amo.

(juanpe)

jueves, 15 de marzo de 2012

La decisión


Cuando me subí al avión respiré cierta esperanza. Durante el viaje miraba el panorama por la ventanilla con serenidad y permanecía en silencio mientras todos los compañeros intentaban, con algo de humor, evadir hablar del destino nefasto que, para algunos, iba a ser el último.

En realidad yo no tenía en mente a dónde íbamos ni para qué, solamente pensaba en que todo aquello era la mejor forma de pensar más claro en una decisión que debía tomar y que me atormentaba.

Solo al llegar al campamento y descargar nuestras cosas tomé conciencia de dónde estaba y qué era lo que estaba haciendo: me había enlistado en el ejército para defender a mi país de los salvajes terroristas.

Era difícil decir, mientras permanecíamos en el campamento, que nuestro país estaba en guerra. La pasábamos muy bien, teníamos televisión satelital, internet de banda ancha, comida chatarra y toda la pornografía y las prostitutas que pudiéramos desear.

Los que estaban en guerra eran nuestros enemigos, que esperaban días enteros camuflados en medio de arbustos espinosos, revolcándose con los escorpiones. Nosotros solo nos limitábamos a destruir sus ciudades y recoger lo que pudiera servir como trofeo.

La emoción de ir montado en un poderoso tanque de guerra hizo que mi cabeza borrara casi por completo aquella estresante decisión que había dejado pendiente y finalmente me entregué a toda la lujuria sangrienta que corresponde al uniforme.

No alargaré mi relato, los tres primeros meses fueron casi iguales: pasaban los aviones descargando sus bombas y nosotros debíamos pasar luego, para limpiar el terreno de insurgentes, aunque la mayoría de las veces solo hallábamos abuelos y niños abandonados, medio locos por las explosiones.

Al cuarto mes decidí que aquella era mi vida. El placer de dispararles a aterrados mercenarios, el sacudón del tanque cuando disparaba, cómo tronaban los edificios al colapsar. Era todo lo que necesitaba y la siguiente vez que hablara con mi familia les haría saber que la decisión estaba tomada.

Una tarde, ya acabada la inspección de rutina, cruzábamos un terreno que, según nosotros, era un campo de fútbol. Supongo que fueron segundos, supongo que los compañeros se sobresaltaron, supongo que se armó un gran alboroto cuando pisé lo que parecía un pequeño promontorio y la explosión me hizo volar por los aires.

Volví a casa a las tres semanas luego de salir del coma. Mi nueva vida se diluyó y entre mis prótesis y mi depresión volví a la encrucijada de la antigua decisión.

Finalmente hoy arreglé mi dilema, cuando, con lo que me queda de lengua, dije: ‘sí, acepto’
 (G_Ale 14/03/12)

En secreto

Al mirarse al espejo, su reflejo le recordó que sería su último espectáculo.
Los años de gloria habían pasado, su rostro era un mapa de recuerdos, esa mueca que antes era una sonrisa pícara, aun intentaba dibujarse pero ya sin la misma viveza de hace una década.
Terminó de afeitarse, se lavó los dientes y se secó con la toalla que le dejó ese horrible aroma a humedad podrida por el calor. El aftershave y la crema con óxido de zinc cubrirían ese rastro pestilente.
En el armario de los vestuarios, le esperaban todos los trajes que habían sobrevivido a más de treinta años de presentaciones. Salió del baño y fue directo al ropero enorme de la habitación, no había mucho por decidir; sacó uno de los percheros y sin apuro comenzó a vestirse y una duda le saltó a la mente después de ponerse el enterizo blanco de lycra: ¿conservaba aun las zapatillas?
Dejando de lado el resto del atuendo, fue a revisar el cajón de los zapatos y encontró el par. Regresó a la cama y continuó vistiéndose.
El ruido de llaves en la puerta le anunció la llegada de alguien, se paró de golpe y fue a recibirlo.
No digas nada – le dijo – debo explicarte algunas cosas. Su hijo lo miró sorprendido pero no alarmado. Se quitó los zapatos en la puerta, como siempre había que hacer cuando se visitaba a papá, y se fue a sentar sobre la cama. Los años de gloria habían pasado, el padre lo sabía pero el hijo no y así el padre comenzó el relato:
- Hijo, cuando tu naciste murió tu madre, y me hice cargo de ti cuanto pude, pero cuando te tocaba ir al colegio ya no podías viajar conmigo; y tu abuela, la madre de tu madre, se avergonzaba del trabajo que yo hacía y me dijo que se haría cargo de ti sólo si ocultaba mi profesión – Don Nicanor – me dijo – si quiere que le ayude con la criatura, no me avergüence frente a la gente del colegio dando a conocer a que se dedica – así me dijo. Pero bueno, el caso es que hasta que te hiciste mayor, tu abuela te llenó la cabeza con todo ese resentimiento y cuando quise contarte, me di cuenta que no lo tomarías bien así que me seguí quedando callado nomás.
El joven escuchaba el relato en silencio y su padre continuó:
- Con tu madre nos conocimos en el circo de los Hermanos Gardeazabal: el Gran Circo Libertador y nos enamoramos. Viajamos por muchos lugares y hoy, después de tantos años con ellos, venderán todo al terminar la última función.
- Tu papá es un payaso – confesó casi llorando el hombre mientras el hijo lo miraba fijamente esbozando una pícara sonrisa – tu papá es un payaso, pero no se avergüenza, es más, se enorgullece. Fui uno de los mejores del país, me invitaron a festivales en otros lugares del mundo, regalé tantas alegrías… – decía mientras el hijo comenzaba a llorar muy despacio.
El hombre se detuvo y vio a su hijo con lágrimas en los ojos pero dibujando esa misma mueca suya que no había visto en el espejo desde hace más de una década y se quedó perplejo cuando el joven le dijo – ya lo sabía papá, lo supe desde niño y siempre estuve orgulloso.

Alejandro González Romero

Crítica

Darío Ariel Torres Urquidi


Bueno, yo creo que está claro el porqué de los colores de las chompas de las señoras que observan desde sus ventanas, que es un claro decrescendo de colores de rosa a rojo, que colabora al movimiento de la propuesta… deeeee esta intervención escénica -si es así como podemos llamarle- además que estos colores aluden a la muerte, a la sangre, que este director “junior” –asumo, porque yo no conozco esta obra- propone como desenlace final -por eso el lugar, la posición de esta actriz de chompa roja - muy evidente, básico, hasta pueril , pero rescatable dentro de los estándares que se manejan para una propuesta universal, para que los espectadores con poco o nulo criterio puedan entender estas alusiones visuales.

Y…antes de continuar, quisiera aclarar, que a mí me convocaron para hacer esta crítica y que si mis percepciones puedan resultar ácidas es por el compromiso que tengo con mi profesión, y además que, soy un hombre correcto que no tiene miedo a decir las verdades.

En todo caso, ésta imagen es interesante, por el segundo movimiento de mirada que va de derecha a izquierda, pero que es una casualidad lograda –deduzco- por el fotógrafo de ésta intervención y que se plasma gracias al encuadre que sólo capta una parte del edificio, si usted observa, la viga y ese tramo de muro, forman una cruz acostada y que es una alusión más inteligente a la muerte, pero recalco es una casualidad del fotógrafo que captó este momento de la intervención escénica.

Se podría complementar que el hombre que sostiene…

¿Cómo?

Esta es una foto de la vida real.

No es una intervención escénica.

Bueno…si, SI. Puede generar confusión, pero usted no tiene porque apenarse. Esta imagen ES una foto de una intervención escénica, sin lugar a dudas, eso yo se lo puedo asegurar. Es evidente para un ojo crítico, que no todos tienen ¿no?

¿Cómo?

No, no, por favor no insista, esta ES una actuación…

¿Cómo dice? ¿De qué página de internet bajo esta imagen?

Ah, sí… si, permítame decirle que usted lo engañaron. Ese sitio no es confiable. Esta foto es de una instalación escénica, confíe en mí y evítese vergüenzas en insistir que esta es una foto de la vida real.

Bueno, si usted va a ponerse en ese plan, yo ya no tengo tiempo para discutir incoherencias y menos aún tiempo para instruirle en cuestiones básicas para identificar un montaje de una foto de la vida real.

En todo caso hay algo muy simple y evidente en esta foto para que usted se dé cuenta que es un montaje escénico y no una foto real. Fíjese, pero mire muy bien y bien de cerca, a la novia suicida que tratan de rescatar, mire su tórax. Mire. Observe sin pudor, usted puede ver sus senos, ¿no?, bueno, además de sus senos usted - como yo- puede ver sus pezones, ¿cierto?, muy bien, ahí tiene su prueba. Ninguna mujer en su sano juicio dejaría que le saquen una foto con los pezones al aire, ninguna, "sólo las actrices se dan esas libertades".


miércoles, 14 de marzo de 2012

Bajo un sol ajeno

Como si no te dieras cuenta de que te están viendo.
Claro, esos cabrones te están apuntando a la cabeza desde hace rato y vos, tan fría como eres, pareces no enterarte, pero bien que lo sabes y por eso mides tus movimientos sin olvidarte de sonreír.
Lavas tu ropa, la refriegas, la escurres y la cuelgas de la cuerda, todo mientras tarareas algo bien tuyo y bien para vos. Ni de reojo miras a los árboles, pero sabes que entre las hojas sobresalen los cañones que quieren escupirte sus pedazos de muerte.
Tus ojos se concentran en la espuma que hace tu jabón, en un momento levantas la cabeza con los ojos cerrados para quitarte el mechón de pelo que te cae en la cara.
Cuando llegaron las patrullas vos ya sabías cómo ibas a actuar: sin gritar, sin temblar y sobretodo, sin perder de vista a tus cuatro hijitos chiquitos que, de aquí a diez años, quién sabe y que la virgen los libre, le estarán apuntando sus cañones a la señora de turno que lave sus ropas.
Las patrullas se detienen, los policías que se bajan son grandotes, te rodean, te preguntan, toman sus radiotransmisores y gritan sus códigos a otros policías que andarán en sus propias pesquisas en otros rincones de la favela. Te intimidan sus tamaños, sus armas bien lustradas y toda su parafernalia policiaca que zangolotea a centímetros de tus sábanas recién lavadas.
Pero no se llevan nada que les sirva porque vos, con tu mejor sonrisa, les dices que nada ha pasado, que tus penurias de hoy no son peores que las de ayer y con eso te basta para sonreír. Te advierten que los narcos son peligrosos, que no sirve protegerlos, que si sabes algo no lo ocultes. Vos, de nuevo con tu sonrisa impagable les dices que sí.
Levantando un polvo que ensucia tus sábanas las patrullas se van. Juntas a tus hijitos y te los llevas adentro.
Sigues sin mirar a los árboles pero sabes que lo cañones ya no te apuntan porque, por ahora, has pagado con tu silencio el tributo que los dueños de la favela te cobran para que puedas seguir lavando tus ropas, con tus pómulos quemándose al sol.
(G_Ale  7/03/12)

miércoles, 7 de marzo de 2012

Una cuestión de fe

Siempre había creído que dios regía mi destino. Y no, no necesité de una catástrofe o una perdida familiar para darme cuenta de que no era así. Mis propias decisiones me llevaron a donde estoy, bueno, un poco de eso y un poco de azar, que no es lo mismo que una intervención divina.
De chico me hicieron hacer la primera comunión en el pueblo. Como ovejas, como siempre pasa cada vez que veo, estaba yo parado en medio de una fila larga de gente vestida de blanco, agarrando una velita en la mano y esperando mi turno para probar el cuerpo de Cristo con un único pensamiento importante en la cabeza: a que sabrá?.
Luego, antes de casarme, el padrecito nos hizo hacer la confirmación luego de obligarnos a ir a varias clases de catecismo, pero con mi mujer, bueno, la que iba a ser mi mujer, íbamos tranquilos porque era excusa para vernos y para acompañarla luego a su casa.
Cuando le empecé a pedir a dios que me ayudara a que mi esposa no se diera cuenta de que le metía los cuernos me di cuenta de que algo no estaba muy en orden con eso de pedirle cosas a dios. Luego, una tarde la escuché a ella pidiéndole que yo le fuera fiel y que me volviera a hacer buena persona; entonces decidí hacer el papel de dios y complacerla. Pero yo decidí dejar de tomar y de ser cholero, no fue dios.
Y es que a veces nos gusta creer que alguien nos maneja para liberarnos de la responsabilidad de nuestra vida ¿no le parece?. Nos gusta creer que nada de lo que hagamos cambiará algo. El ratón le echa la culpa al gato y el gato al perro cuando en realidad todos somos pulgas nomás. Como en la democracia ¿no?, elegimos a alguien para tener a quien culpar de lo que entre todos nos somos capaces de hacer.
Cuando el agua contaminada del río terminó por matar a mi mujer no lo culpé a dios sino a los del ingenio minero, y como ellos decían que tampoco tenían la culpa y que la culpa la tenía la empresa y sabía que la empresa le iba a echar la culpa a alguien de más arriba, decidí hacer algo por mi cuenta y les metí tanta dinamita como pude en el centro de operaciones.
Ellos tenían la culpa, podían dejar de trabajar si sabían que estaban haciendo tanto daño. Uno no puede andar como oveja haciendo caso sin preguntar o ponerse en contra cuando se sabe que algo está mal. Pero todos preferimos crear dioses intocables para librarnos de nuestra responsabilidad de hacer algo. “No hay nada que podamos hacer”, decimos, y culpamos a alguien grande, al que nosotros mismos hacemos grande para tener una excusa para no hacer nada.
Mis propias decisiones me han traído a donde estoy, con la explosión del centro minero se ha muerto harta gente que sabía lo que estaba haciendo y no hizo nada para arreglar las cosas. De pura suerte se han enterado que fui yo el dinamitero pero al menos, luego de eso, han dejado de ensuciar el agua.

Alejandro González Romero

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